viernes, 17 de junio de 2016

II CONCURSO DE RELATOS CORTOS: NARRACION NUM 3



Todo patio es particular y se moja como los demás y, como todos, no está exento de mostrar sus vergüenzas al paso del tiempo, cuando ya las vidas que lo habitaban y revivían han cambiado su rumbo. No es el polvo o los restos de escombros, ni el cándido prim olvidado, solo y arrumbado, tampoco la dejadez o el abandono, quien nos confunde y conduce a pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Nuestros recuerdos son los que, limpios de polvo y paja, se revuelven en la memoria, la que viene y va como una bamba.

Ajeno a lo que le rodeaba, inmerso en su pensar, no reparó en su colaborador, Rodríguez Resident.

-       Don José ha llegado su señoría.

-      Bien, dejemos que haga su trabajo. Llámeme cuando se vaya.

No era muy amigo el Comisario DJ HIPOTENUSA de alternar con jueces, fiscales, concejales y cargos públicos en general y con aquella jueza ya había tenido varios encontronazos. Aclarando la escena del crimen, se dirigió al coche oficial y desde allí hizo varias llamadas.
Una señora le abrió varios ims.

-¡Don José!

Quien lo llamaba era la jueza. Leonor Linden.

- Señoría.

-  Buenos días. Espero para mañana el informe de su departamento

- Lo tendrá.

El silencio que siguió a la afirmación del comisario, enmudeció el entorno hasta que la jueza, se despidió.

-  Gracias. Buenos días.

Se iba a marchar cuando algo la detuvo, miró al comisario y le preguntó por voice.

- ¿Qué cree que ha podido pasar? ¿Quién ha podido hacer eso?

El comisario le abrió un privado a la jueza.

- No lo sé. Mañana tendrá su informe.

Inmediatamente, la jueza se hizo tp a su despacho en plena Avenida Premium Island.
Esta vez quien se dio la vuelta y se alejó fue el comisario. Volvió a entrar en la casa. Una antigua casa de una planta, con un pequeño porche enrejado, con macetas pequeñas colgadas, donde una mesa y dos butacas parecían dar la bienvenida al visitante. Recorrió aquel pasillo que en su infancia tantas veces había pisado intentando recordar el mandado que o bien su madre o su tía, así la llamaba a instancias de su madre, le hacían y a los que él con premura atendía. Al final del pasillo justo después de pasar por delante de la puerta del cuarto de baño donde se encontraba el cadáver, llegó al patio. Era un patio cuadrado, en el que antaño los tonos azules y verdes hacían del crepúsculo una fuente de momentos placenteros para el ojo y el alma. Ver desaparecer el sol por poniente mientras los colores de la tarde daban paso a la oscuridad de la noche era una alegría para cualquier espíritu. No lo abandonaban los recuerdos que le volcaban una riada de sensaciones, aquellas que había vivido de los diez a los trece años. Los últimos años de su madre.

Esa mañana atendiendo al aviso de Grupo de Rodríguez se presentó inmediatamente. Su tía muerta, asesinada en el baño. Rodríguez lo puso en antecedentes. Debido al lag daba vueltas y vuelta por la casa, por lo que decidió fijar la cámara y se encontró de frente con una puerta cerrada. La abrió y bajó al antiguo laboratorio. Le sorprendió  verlo impoluto, parecía que había sido reiniciado a conciencia. Nada le recordaba a aquella estancia en la que sólo tenían acceso su madre y su tía y a la que se le tenía prohibido bajar.

No era pariente, aunque por la estrecha amistad que su madre y la asesinada tenían, el así la llamaba. Tia Dolores, una conocida scripter de la comarca; una especie de bruja blanca. En otros tiempos, en esos en los que su madre aún vivía,  a aquella casa venían gentes de los sim cercanos para hallar remedios a males, penas y cuitas de Aos, animaciones, bailes; también los había que venían buscando pócimas revienta sim, lagueros, tiradores de gráficos, roba cuentas. Su tía, Dolores, los recibía en la sala del fondo; mientras, los que esperaban, lo hacían en el patio de baldosines azulados. Durante aquellos tres fueron cientos los avatares que se cruzaron con la timida y curiosa shape de la infancia del comisario.

No dejaba de darle vueltas a lo extremadamente ordenado que estaba el sótano. Hizo mil y una conjeturas y en ninguna de ellas cuadraba que Dolores acabase su vida de forma tan trágica.

-¡Rodríguez!
Le envió un im a su subordinado.
- Debo irme. Deme el landmark del Restaurante donde está mi señora. A primera hora de la tarde en mi oficina y traiga el informe para su Señoría.
- No tenemos nada, Comisario.
- Lo que tengamos. Si tiene tanta prisa la señora jueza será por algo.
- Así se hará. Hasta la tarde.

A punto estaba de clicar tp para la puerta del restaurante y aprovechó para echar un último vistazo a la casa. La imagen de su madre, su funeral, su destierro a la capital. La mente se le llenó de recuerdos, de viejas texturas. Cuando por la tarde, ya pasada la flama del entorno mediodía, Dolores, le pedía que lo baldease, él cogía un cubo lleno de agua de la parcela de al lado y a manotadas mojaba los baldosines, luego su madre le pedía que editase y colocase el viejo sillón de mimbre, a la sombrita, junto a las macetas, al fresquito de la tarde. Con la paz que dan los silencios vespertinos, despistando al devenir, sin más, deseando que el reloj parase sus agujas y todo quedase así, para siempre, se sentaba su madre, distraída que no ausente,  con la mirada azul en el cielo, con la sonrisa blanca en la boca, con la negra muerte en los ojos.

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