viernes, 17 de junio de 2016

II CONCURSO DE RELATOS CORTOS: NARRACION NUM 6



La rosa de plástico en el medio del florero, le indica a Mariana que todo ha quedado bien, perfecto. La cortinas atadas con la mejor moña, el aire cálido y perfumado, y lo mejor, ella misma. Cada detalle de su ropa pensado para atraer la mirada, y hasta la puntilla de su escote sugiere solo lo que necesita, en la medida justa, estudiada frente al espejo de la habitación, durante horas.

Es viernes. La semana ha transcurrido como una carrera hacia ese día, con solo altos frente a la pc, tratando de pasar el tiempo en una segunda vida fantástica, donde todo puede ser, hasta el amor , tierno a veces, apasionado otros, vivido como una novela romántica que proporciona el aliciente necesario para sobrevivir hasta el viernes. Pero allí es la fantasía en la que no debería enredarse demasiado, su racionalidad le dice que su vida real es la que importa.

Y vaya si lo consigue. Su cuerpo arde, anhelante, esperando un contacto físico que lo haga estallar en un canto de vida y pasión..
El timbre de la puerta le hace dar un vuelco al corazón. Al fin.
Verlo entrar, saludarlo, preguntarle como le ha ido, como fue su semana, invitarlo a cenar, es parte del ritual. El escucharle contar cada detalle de su trabajo, de los ires y venires de sus compañeros y jefes, otro.

Mariana, sonríe, asiente, se mueve a su alrededor, como una autómata. En su interior solo imagina el momento de ir a la cama, y de sentir con todo su ser, el amor que ha ido guardando y alimentando durante días.
La cena se le hizo eterna, y mirarlo solo alimentaba más sus ansias. Esperó a que terminara de comer y no quiso esperar más antes de decírselo. Quería ir a la cama, ya.

Tras quedaron los platos, abandonados en la mesa, las cortinas atadas, la rosa en el florero.
Solo la puerta abierta de la habitación, la cama, y la ropa que iba cayendo una a una por el camino. El abrazo apretado y los besos duros. Cuando llegaron a la cama, los cuerpos ya se apretaban en el abrazo íntimo de los sexos. Mariana gemía, su cuerpo todo brindado al amor, al llamado ancestral del la entrega. Sintió el pene penetrando duro, fuerte, dentro suyo, y se prepara su piel para arder, para quemarse en ese fuego. De pronto, siente la pujanza desesperada de su hombre, estallándole dentro, en un mar de semen .y enseguida, como todo se detiene. Nada es como era hace unos segundos, ni la pujanza, ni el ardor, ni siquiera la dureza dentro suyo. Mariana no quiere darse por vencida, necesita tocar el cielo, lo quiere. Pero la sonrisa de disculpa, y un “lo siento. es que te deseaba tanto” parece un punto final a su expectativa, a su imagen largamente elaborada, a su sueño roto. Su hombre ya yace a su lado, se despereza, le da un beso suave, da la media vuelta, y queda dormido.

Mariana se da la vuelta, también, y sus piernas se aprietan tratando de calmar una sed que ya no podrá saciar. A través de su mirada llena de lágrimas, mira, largamente, sobre la mesita de la habitación, como una provocadora invitación, la pc aun apagada.

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